viernes, 24 de febrero de 2012

Jeffer








¿Han pasado cinco años? ¿Seis? Parece toda una vida. El punto culminante que nunca vuelve, era un lugar del que valía la pena formar parte. Pero ninguna explicación, ni juego de palabras, música o recuerdos alteran esa sensación de saber que estabas vivo, en ese rincón del tiempo y del mundo. Aquello significaba locura en cualquier dirección y a todas horas. Allí todo era posible. Era una fantástica sensación de que todo lo que hacíamos estaba bien, de que ganábamos; y ése era el asidero: esa inevitable sensación de victoria sobre las fuerzas del mal; no en un aspecto militar, no lo necesitábamos. Nuestra energía prevalecería. Teníamos el ímpetu, cabalgábamos sobre la cresta de una alta y hermosa ola. Así que ahora, cinco años después, podía subir a una colina de Las Vegas, mirar al oeste, y, con los ojos adecuados, podía ver la marca más alta del agua, aquel sitio donde la ola rompía por fin... y volvía atrás.

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